domingo, 22 de octubre de 2006

los templos de pagan. Ciudad budista



Birmania es un país turbulento que alberga uno de los tesoros arquitectónicos más fascinantes del sudeste asiático: la ciudad sagrada de Pagan y sus más de dos mil templos, stupas y monasterios budistas. Mística y meditación a orillas del río Irrawaddi.


Templos de Pagan. Una deslumbrante arquitectura religiosa del sudeste asiático.


Por Julián Varsavsky

En el centro geográfico de Myanmar, una árida llanura a orillas del río Irrawaddi se eriza de templos con cúpulas cónicas apuntando al cielo abierto. Son las ruinas de la antigua ciudad budista de Pagan: más de dos mil edificios y monumentos levantados entre los siglos XI y XIX que se despliegan en un área de 50 kilómetros cuadrados. Entre ellos sobresalen 911 templos, 524 stupas y 415 monasterios donde se formaban los monjes de la vertiente theravada del budismo.

La ciudad se fundó alrededor del siglo IX d. C. y fue la capital del reino de Birmania entre los siglos XI y XIV. Su primer rey fue Anawrahta (1044–1077), quien consolidó el reino luego de dominar a los pueblos Pyu y Mon generando un período político cuyo rasgo perdurable característico fue una arquitectura religiosa que alcanzó un estilo único en el sudeste asiático.

El otro aspecto distintivo de la dinastía inaugurada por Anawrahta fue la construcción de un sistema de irrigación para los cultivos de arroz que fue la base de la economía del reino. Al mismo tiempo el budismo se convertía en la religión oficial y cinco stupas fueron erigidas para delimitar el área de la capital real bajo la forma de un mandala: cuatro de ellas en las esquinas y una en el centro.

Las stupas son monumentos religiosos con forma de campana gigante rematada en aguja. No son templos a donde se ingresa sino que en general los fieles giran a su alrededor. En su interior suelen resguardar alguna reliquia budista que puede ser desde un texto sagrado muy antiguo hasta algún hueso o pertenencia del luminado, objetos que nunca están a la vista sino a buen resguardo bajo tierra. Una de las stupas más famosas en Pagan es la Shwezigon, que mide 102 pies y alberga una supuesta clavícula del profeta.

Los templos, a diferencia de las stupas, son lugares dedicados al rezo que están sobrecargados de esculturas y pinturas con imágenes de la mitología budista. Un tercer tipo de construcción encontrada en Pagan son los monasterios que iban desde simples ermitas individuales hasta enormes complejos con innumerables habitaciones. Por último, la arquitectura doméstica era construida con madera, así que no quedaron restos de casa alguna, ya fuesen las de gente común como la morada real.

El rasgo principal de la técnica constructiva fue la utilización de ladrillos pegados con estuco, salvo tres edificios que se levantaron íntegramente con piedra.

LA ETAPA CLASICA El siglo XII es considerado el principal de la era dorada del imperio birmano, cuando los descendientes de Anawrahta erigieron la mayor parte de las construcciones. El segundo sucesor del primer rey –Kyanzittha– fue un fervoroso budista que financió la construcción de los templos de Nagayón, Abeyadana y Ananda, este último uno de los pocos que continúan en funcionamiento desde su creación, convertido ya en objeto de peregrinaje nacional. Ananda es el templo más vistoso de Pagan debido a su compleja decoración. En el exterior hay talladas 1500 imágenes en bajorrelieve y otras tantas más decoran el interior entre tesoros como cuatro estatuas de Buda en posición de pie.

Si bien la ciudad de Pagan no estaba amurallada, sí lo estuvieron varios de sus complejos palaciegos, entre ellos el palacio real de madera que albergaba al poder político (ya derrumbado).

En la imaginería budista de Birmania, un rasgo muy singular es que aparecen asiduamente junto al Buda ya “iluminado” sus dos principales discípulos, Mogallana y Sariputta. Sin embargo según los historiadores más serios de esta religión, esto sería una inexactitud ya que al momento de alcanzar la iluminación el Buda había sido abandonado por sus seguidores. Pero la insistencia del poder real birmano en colocar a esos dos discípulos todo el tiempo cerca del “maestro” obedecía a la versión oficial de que el budismo había sido introducido en Birmania ya en tiempos en que el Buda vivía, reforzando así la idea de que el budismo theravada que se profesa en el país es la versión más pura y auténtica de esa religión en todas sus variantes. Sin embargo, ninguno de los nombres de los primitivos misioneros budistas en Birmania coincide en los manuscritos con los de los dos primeros seguidores originales.

La distinción con la otra gran vertiente budista –la vajrayana, que predomina en el Tíbet– es que para el theravada el nirvana sólo se puede alcanzar luego de muchas vidas meritorias con reencarnaciones, culminando el ciclo kármico cuando el alma se libera del cuerpo para siempre. En cambio, para el Vajrayana la iluminación se puede alcanzar en una sola vida, con una serie de largos y complejos ejercicios de meditación. Los monjes de Birmania –y de todo el sudeste asiático– se distinguen por su túnica color azafrán.

Como ha sido común a lo largo de la historia, los reyes de Pagan también exacerbaron al extremo el culto a los dioses, reflejado en monumentales construcciones que claramente pasaban a ser un culto a ellos mismos. Hacia el siglo XIII cada vez mayores recursos se invertían en los templos, afectando la economía del reino obligada a mantener a una casta religiosa totalmente improductiva. Y para empeorar las cosas, en 1287 las tropas mongolas aparecieron en el horizonte bajo una nube de polvo que, si bien no destruyó el reino, logró fragmentarlo obligando a la corte birmana a trasladar su capital al interior.

EL BUDISMO HOY La mayor parte de los hombres birmanos actuales pasan en algún momento de su vida por las rutinas de un monasterio. Por lo general, cuando son niños de entre 8 y 13 años son internados en algún noviciado donde se los prepara para una ceremonia de iniciación. Alguno continúa por el resto de sus vidas y otros regresan a la vida civil. Los que siguen el camino religioso renuncian a toda clase de propiedad personal y se instalan en algún monasterio. Sus pertenencias se limitan a un recipiente de madera en el que reciben las ofrendas de comida de la gente común –en verdad viven de la caridad–, tres túnicas de algodón, un cinturón, sandalias, un ventilador y un vaso. Además pueden tener dos juegos de sabanas, toallas y un cepillo de dientes. No tienen permitido practicar ninguna clase de trabajo cotidiano y todas las mañanas salen a la calle a recolectar ofrendas de comida, un acto considerado meritorio para mejorar el propio karma, garantizando una vida mejor en las futuras reencarnaciones.

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